A medida que aumenten las emisiones de dióxido de carbono, las turbulencias en los vuelos transatlánticos serán más fuertes y frecuentes a mediados del siglo XXI.
Las turbulencias leves solo sacuden el avión, pero los episodios más fuertes pueden herir a los pasajeros y causar daños estructurales a los aviones. Las turbulencias pueden llegar sin aviso y están provocadas por cambios en la presión atmosférica, por frentes de aire frío o caliente o por tormentas.
Actualmente las reparaciones de los desperfectos sobre los aviones cuestan alrededor de 150 millones anuales a las aerolíneas.
Las futuras turbulencia serán más fuertes y tendrán lugar más a menudo si las emisiones de dióxido de carbono se duplican, tal y como prevé la agencia Internacional de la Energía. El dióxido de carbono es uno de los más potentes gases a los que se le atribuye el efecto invernadero y el cambio climático. El aumento de las emisiones aumenta la temperatura global media y sobrecalienta la parte baja de la atmósfera a 10 kilómetros sobre el nivel del suelo y lo hace más inestable para los aviones.
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